Editorial #453: Volvimos a imaginar
Meras contradicciones.
Si bien por un lado estábamos convencidos de que había terminado la época de los cuentos de hadas, en otros hemisferios, se sembraba la semilla de un nuevo fenómeno cultural de masas que trajo de vuelta a magos, brujos y hadas, tanto a la literatura como a las producciones audiovisuales.
El fenómeno revivió ficciones que reposaban en las bibliotecas: El señor de los anillos, publicada por John Ronald Reuel Tolkien en 1954 batió récords en el cine; la BBC produjo una serie de televisión juvenil, basada en las leyendas artúricas del mago Merlín, esta vez caracterizada por un elenco incluyente que sumaba caballeros latinos y afrodescendientes en la mesa redonda, al mejor estilo de las producciones infantiles de Disney. Y la misma Disney, a través de ABC Studios, dio vida a la serie de televisión Once Upon a Time, una mezcla de personajes de cuentos de hadas con historias contemporáneas, que perdieron algunas de sus características a causa de una maldición. El nuevo boom de la fantasía también trajo de vuelta a Alicia en el país de las maravillas, pero también facilitó la creación de nuevos personajes de mundos paródicos como Shrek.
Y mientras otras novelas como Luces del Norte, de Philip Pullman o Emerald Atlas, de John Stephens, parecían indicar que la fantasía es un terreno para la imaginación infantil y adolescente, el éxito que ha tenido la serie de HBO Game of Thrones, basada en los libros de George R. R. Martin, demuestra que los adultos también volvieron a creer en los dragones.
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Los mundos fantásticos —catalogados por Tzvetan Todorov como aquellos en los que la narración mezcla las explicaciones sobrenaturales con las racionales— tomaron un nuevo aire como producto de consumo. Quizás la crudeza y la vertiginosidad de la realidad actual impulsen a los individuos a buscar vías de escape en los mundos fantásticos que, si bien pueden ser igualmente crudos y desgarradores, tienen cabida para héroes, soluciones mágicas y finales felices.
La fuerza de esa necesidad es tal que los contenidos y las experiencias del género de la fantasía pasaron a ser megatendencia y superaron los nichos para estar al alcance de todas las audiencias; de ahí que valga la pena detenerse a reflexionar sobre este fenómeno y comprender su impacto como forma narrativa, mercado y producto de consumo.
Cuando los mercados son turbulentos, las personas con influencia se convierten en medios, los artistas se tornan en productos y las compras están a un solo clic, los límites de nuestra capacidad para cambiar el mundo están en nuestra imaginación.
@gabopineda